Atención Prehospitalaria: Lo Que Todo Profesional Debe Saber

Las muertes que ocurren en el ámbito de la atención prehospitalaria alcanzan una relación de 2 a 3 personas por mil habitantes, equivalente a un Vietnam por año, una AMIA cada dos días o un Cromañón diario. Esta alarmante realidad subraya por qué nuestra guía sobre atención prehospitalaria es esencial para todo profesional de la salud.

La atención médica prehospitalaria es una subespecialidad de la medicina de emergencias y desastres que comprende todas las acciones y decisiones necesarias para prevenir la muerte o cualquier discapacidad futura del paciente durante una crisis de salud. En esencia, la atención prehospitalaria básica consiste en el proceso de reconocimiento inicial, estabilización, evaluación y tratamiento de pacientes en situaciones críticas fuera del ámbito hospitalario.

En esta guía definitiva, exploraremos todos los aspectos fundamentales que los operadores de urgencias prehospitalarias, quienes son los primeros en responder a una emergencia médica, deben dominar. Desde los protocolos de seguridad en la escena hasta el manejo avanzado de pacientes críticos, proporcionaremos las herramientas necesarias para enfrentar emergencias donde la mortalidad por accidentes de tránsito supera los 10.000 casos y la muerte súbita cardíaca alcanza los 70.000 fallecimientos anuales. Acompáñanos en este recorrido esencial para salvar vidas cuando cada segundo cuenta.

¿Qué es la atención prehospitalaria y por qué es vital?

La atención prehospitalaria representa mucho más que un simple servicio de traslado de pacientes en vehículos. En realidad, constituye una disciplina médica completa con protocolos específicos y objetivos claros enfocados en salvar vidas.

Definición y objetivos principales

La atención prehospitalaria (APH) se define como el conjunto de acciones y decisiones médicas que se ejecutan fuera del entorno hospitalario. Es una subespecialidad de la medicina de emergencias y desastres que comprende la suma de acciones necesarias para prevenir la muerte o cualquier discapacidad futura del paciente durante una crisis de salud o urgencia.

Esta disciplina abarca todos los tipos de servicios de salvamento, atención médica y transporte que se prestan a enfermos o accidentados antes de su llegada al hospital. En esencia, es la extensión del servicio de urgencias hospitalarias hacia el lugar donde se produce la emergencia.

Según la Organización Mundial de la Salud, una atención prehospitalaria efectiva puede reducir la mortalidad en emergencias médicas hasta en un 25%, lo que demuestra su importancia crucial en el sistema de salud moderno.

Los objetivos fundamentales de la atención prehospitalaria incluyen:

  • Proporcionar atención inmediata a víctimas de accidentes o emergencias repentinas y potencialmente mortales
  • Estabilizar al paciente antes de la llegada al centro médico, tanto física como mentalmente (apoyo psicológico)
  • Prevenir la morbilidad a largo plazo y reducir la tasa de mortalidad asociada
  • Iniciar la cadena de supervivencia con la activación del sistema de emergencias
  • Realizar la evaluación inicial, aplicar procedimientos básicos de soporte vital y manejar inicialmente las lesiones

La atención prehospitalaria moderna no solo representa un transporte rápido de enfermos, sino que también incluye una serie de intervenciones de salud que comienzan con la identificación de una emergencia y finalizan cuando se accede a una atención definitiva en los centros hospitalarios.

Diferencias entre atención prehospitalaria básica y avanzada

La atención prehospitalaria se divide principalmente en dos niveles de atención: el soporte vital básico (SVB/BLS) y el soporte vital avanzado (SVA/ALS), cada uno con diferentes alcances, personal y equipamiento.

El soporte vital básico constituye la primera línea de defensa frente a emergencias médicas. Es un conjunto de intervenciones médicas iniciales destinadas a mantener la vida en situaciones críticas, accesibles a través de formación básica. Este nivel de atención resulta crucial porque ofrece a las víctimas la posibilidad de sobrevivir hasta que llegue la atención médica especializada.

Una característica importante del soporte vital básico es su accesibilidad. La capacitación en SVB es esencial para todo tipo de personal, desde socorristas hasta personal de seguridad, educadores e incluso público en general. Al extender esta formación más allá del ámbito médico, se empodera a la sociedad para actuar eficazmente ante emergencias, reduciendo así el tiempo de respuesta y mejorando las probabilidades de recuperación.

Por otro lado, el soporte vital avanzado requiere habilidades médicas más especializadas y equipos sofisticados, destinados a tratar a pacientes en condiciones críticas. Este nivel de atención se centra en estabilizar a los pacientes y prepararlos para tratamientos adicionales en un entorno hospitalario.

Una diferencia fundamental entre ambos niveles radica en quién puede proporcionarlos. Mientras que el soporte vital básico puede ser administrado por personal con entrenamiento básico, incluyendo socorristas y público general, el soporte vital avanzado debe ser proporcionado exclusivamente por personal médico especializado como médicos, enfermeros avanzados y paramédicos.

En el contexto histórico, la atención prehospitalaria tiene raíces antiguas. Ya en la época de los zares de Rusia, los médicos y sus ayudantes se trasladaban en carretas por los campos de batalla para atender a los heridos más graves. Asimismo, Jean Henry Dunant, fundador de la Cruz Roja, creó brigadas para asistir a los heridos de la batalla de Solferino en Italia, salvando numerosas vidas gracias al trabajo de voluntarios que socorrieron a los soldados sin distinción de bandos.

La evolución de la atención prehospitalaria ha llevado a la organización de sistemas cada vez más complejos y efectivos. Actualmente, los sistemas prehospitalarios se clasifican en cuatro etapas de desarrollo: unidad prehospitalaria (dependiente de un centro asistencial), servicio prehospitalario (que atiende áreas más amplias), sistema prehospitalario (centralizado pero con operación descentralizada), y finalmente, sistema integrado interinstitucional que engloba diversos organismos de seguridad pública.

De este modo, la atención prehospitalaria se ha consolidado como una especialidad única e independiente a nivel mundial, ofreciendo servicios continuos los 365 días del año y emergiendo como una de las áreas más complejas y decisivas en el manejo de la patología aguda.

Protocolos de seguridad en la escena

El éxito de cualquier intervención en atención prehospitalaria depende fundamentalmente de la correcta implementación de protocolos de seguridad en la escena. Estos procedimientos no solo protegen al personal médico, sino que también garantizan la seguridad de las víctimas y testigos durante una emergencia.

Evaluación inicial del entorno

La evaluación inicial del entorno constituye el primer paso crítico al llegar a una emergencia. Este proceso sistemático debe realizarse siempre que se acude al lugar donde ha ocurrido un incidente o donde se encuentra una persona gravemente enferma.

En primer lugar, debemos verificar la seguridad del área, identificando posibles riesgos como vehículos inestables, cables eléctricos expuestos o derrames de sustancias peligrosas. Resulta esencial evitar la “visión de túnel”, término que describe la tendencia a enfocarse exclusivamente en el lesionado abstrayéndose del entorno. Esta negligencia podría provocar un segundo accidente o incrementar el número de víctimas.

Durante la evaluación inicial también debemos:

  • Obtener datos sobre el mecanismo de lesión
  • Conocer el número exacto de lesionados
  • Determinar si es necesario solicitar recursos adicionales

Por consiguiente, antes de acercarnos a cualquier víctima, es necesario realizar un primer reconocimiento visual para identificar riesgos potenciales. No debemos intervenir si nuestra seguridad no está garantizada, especialmente en situaciones que involucren vehículos inestables, estructuras eléctricas de alta tensión o materiales peligrosos.

Activación del sistema de emergencias

La activación del sistema de emergencias médicas (SEM) es un proceso estructurado que sigue el principio PAS: Proteger, Avisar y Socorrer. Una vez evaluada la escena y garantizada la seguridad, debemos alertar a los servicios de emergencia proporcionando información clara y precisa.

Al realizar la llamada de emergencia, es fundamental aportar los siguientes datos:

  1. Nombre completo de quien llama
  2. Especificación del tipo de emergencia
  3. Ubicación exacta del incidente
  4. Mecanismo de lesión
  5. Número de lesionados
  6. Otros servicios requeridos
  7. Datos generales de los lesionados

Además, debemos transmitir a la central de comunicaciones nuestra impresión inicial sobre la gravedad de las lesiones y los posibles riesgos adicionales. Esta información permitirá la movilización adecuada de recursos y personal especializado.

En algunas jurisdicciones, existe una Central de Atención de Emergencias equipada con sistemas de comunicación radial, telefónica y digital para enlaces con los grupos de auxilio como bomberos, ambulancias y expertos en materiales peligrosos. Estas centrales facilitan una respuesta inmediata y coordinada entre diferentes instituciones.

Zonas de intervención: caliente, tibia y fría

Para garantizar una operación segura y eficaz, es fundamental establecer tres zonas de intervención claramente delimitadas:

Zona caliente (zona de exclusión): Es el área inmediatamente circundante al incidente, donde está presente el agente agresor o riesgo. Solo pueden ingresar equipos especializados con equipamiento de protección adecuado. En esta zona, la regla “entran 2 – salen 2” debe cumplirse estrictamente y todos los intervinientes deben mantenerse comunicados en todo momento.

Zona tibia (zona de reducción de contaminación): Situada entre la zona caliente y fría, es donde se realiza la descontaminación de personas y equipamiento. Aquí se establecen “líneas” para la descontaminación, de modo que a la salida, el sujeto esté libre del agente agresor, evitando así la contaminación secundaria. En esta zona se ubica el personal sanitario y de bomberos de apoyo, junto con equipamiento adicional.

Zona fría (zona de apoyo): Es un área libre de contaminación donde se establecen el puesto de comando y otras funciones de apoyo. En esta zona se ubican los equipos médicos, el puesto médico avanzado y los vehículos de emergencia. Los móviles deben situarse a 200 metros del área caliente en caso de accidente biológico y a 300 metros en caso de accidente químico, siempre cuesta arriba y a favor del viento.

El establecimiento de estas zonas contribuye significativamente a mejorar la intervención, controlar aspectos de seguridad y evitar la presencia de personas ajenas, permitiendo que el mando tenga una visión clara de los recursos disponibles.

Clasificación de pacientes: el triage en emergencias masivas

El triage es un proceso fundamental que permite gestionar el riesgo clínico cuando la demanda y las necesidades superan los recursos disponibles en emergencias masivas. Este sistema de clasificación resulta especialmente valioso en situaciones donde múltiples víctimas requieren atención médica simultánea.

Colores y categorías del triage

La mayoría de los sistemas modernos de triage utilizan cinco niveles de prioridad, aunque en el ámbito extrahospitalario se suele emplear un sistema tetrapolar (cuatro niveles). El sistema START (Simple Triage and Rapid Treatment), desarrollado en 1983, es uno de los más utilizados internacionalmente y clasifica a los pacientes mediante un código cromático:

  • Rojo (Nivel I): Prioridad absoluta con atención inmediata. Representa emergencias o situaciones de riesgo vital inminente que requieren resucitación.
  • Naranja/Amarillo (Nivel II y III): Pacientes graves o de urgencia moderada. Pueden esperar entre 15 y 60 minutos según su condición.
  • Verde (Nivel IV): Lesiones leves sin riesgo vital. Pueden esperar hasta 120 minutos para recibir atención.
  • Negro/Azul (Nivel V): Fallecidos o pacientes con lesiones incompatibles con la vida; o en algunos sistemas, casos no urgentes.

Cada nivel determina el tiempo óptimo entre la llegada y la atención, variando mínimamente entre los distintos modelos de triage estructurado.

Errores frecuentes en la clasificación

Entre los errores más comunes en el proceso de triage destacan:

  1. Clasificación inadecuada por síntomas iniciales: Muchos pacientes intoxicados sin manifestaciones clínicas graves iniciales pueden deteriorarse rápidamente, por lo que deben clasificarse al menos como nivel II.
  2. Demora en la atención: Se ha constatado una media de 65 minutos en la atención del paciente intoxicado, aumentando el intervalo terapéutico total hasta 200 minutos.
  3. Subestimación de la gravedad: Independientemente de la ausencia de signos iniciales, la atención del paciente debe realizarse lo antes posible, pues el deterioro puede ser inminente.
  4. Triage basado solo en el orden de llegada: Según las guías actuales, no se debe priorizar por orden de llegada sino por gravedad del cuadro clínico.

El proceso de triage no debe emplearse como mecanismo para negar la atención de urgencias y debe realizarse siempre a la llegada del paciente al servicio.

Los antídotos actúan mediante diversos mecanismos como destrucción del tóxico (neutralización, oxidación, reducción), bloqueo del tóxico (dilución, adsorción, absorción) o transformación en productos menos tóxicos.

Registro, seguimiento y coordinación con hospitales

La documentación y coordinación eficaz representan el eslabón final en la cadena de supervivencia durante la atención prehospitalaria. Sin estos elementos, incluso las intervenciones más avanzadas pueden fracasar al momento de transferir al paciente al entorno hospitalario.

Información mínima que debe registrarse

Todo sistema de atención prehospitalaria debe mantener registros detallados que incluyan tiempos operativos y antecedentes completos del paciente. Estos datos son fundamentales tanto para la continuidad asistencial como para el análisis posterior de la calidad del servicio. 

En casos de incidentes con materiales peligrosos, resulta esencial documentar:

  • Características específicas de la intoxicación
  • Tipo de evento (incendio, fuga, derrame)
  • Número probable de víctimas
  • Mecanismo de exposición

El personal interviniente debe asentar por escrito lo ocurrido con el Jefe de Guardia del hospital receptor, especialmente tras incidentes que requieran descontaminación.

Comunicación con el centro regulador

La comunicación efectiva con el centro regulador constituye un pilar fundamental en la coordinación de servicios de emergencia. Toda base operativa debe contar con una central de recepción y despacho encargada de la toma, asignación y coordinación de cada prestación. En algunas jurisdicciones, como Buenos Aires, los ciudadanos pueden comunicarse con el Centro Único de Coordinación y Control (CUCC) a través del número 103.

La implementación de sistemas informáticos ha mejorado significativamente la integración de datos entre distintos centros asistenciales. Actualmente, la historia clínica informatizada permite combinar información ubicada en sistemas heterogéneos, proporcionando una visión unificada que facilita la toma de decisiones.

Traslado seguro y ubicación estratégica de ambulancias

La selección adecuada del hospital destino influye directamente en el tiempo total de atención prehospitalaria y en la supervivencia del paciente. Un estudio demostró que el tiempo de recepción de pacientes en servicios de urgencias es el más prolongado dentro del proceso de atención, alcanzando hasta 171 minutos en el 90% de los casos.

Para maximizar la eficiencia operativa, las ambulancias deben ubicarse estratégicamente según el tipo de incidente:

  • A 200 metros en caso de accidente biológico
  • A 300 metros en caso de accidente químico
  • Siempre cuesta arriba y a favor del viento

Adicionalmente, los vehículos no pueden exceder los 10 años de antigüedad desde su patentamiento y deben contar con la Certificación Técnico Vehicular correspondiente a cada jurisdicción.

Conclusión

La atención prehospitalaria representa, sin duda alguna, un pilar fundamental en la cadena de supervivencia moderna. Durante situaciones críticas donde cada segundo cuenta, la aplicación correcta de los protocolos marca la diferencia entre la vida y la muerte. El dominio de las técnicas de evaluación primaria, junto con el establecimiento de zonas seguras de intervención, constituyen habilidades esenciales para todo profesional del sector.

Ciertamente, las estadísticas demuestran que una respuesta rápida y eficaz reduce significativamente la mortalidad en emergencias médicas. Para 2025, todo profesional debe manejar con destreza tanto el soporte vital básico como el avanzado, adaptándose a las circunstancias específicas de cada incidente.

El uso adecuado del equipo de protección personal resulta igualmente crucial. Lamentablemente, muchos profesionales todavía priorizan la atención al paciente sobre su propia seguridad, un error que puede tener consecuencias fatales. Además, la correcta identificación de materiales peligrosos y los protocolos de descontaminación deben formar parte del conocimiento estándar de cualquier equipo de emergencias.

La clasificación eficiente mediante sistemas de triage permite, por otra parte, optimizar recursos limitados durante emergencias masivas. Esta metodología, aunque aparentemente simple, requiere entrenamiento específico y actualización constante.

Finalmente, la documentación y comunicación efectiva con los centros hospitalarios completan el ciclo de atención. Un paciente perfectamente estabilizado en campo puede ver comprometida su recuperación si la transferencia al hospital no incluye información precisa sobre su condición y tratamientos administrados.

Al enfrentarnos a emergencias médicas prehospitalarias, no basta con buenas intenciones o conocimientos parciales. La excelencia en este campo exige preparación continua, disciplina y trabajo en equipo. Unicamente mediante la integración de estos elementos conseguiremos reducir esa alarmante cifra inicial: las miles de muertes prevenibles que ocurren anualmente por fallas en la atención prehospitalaria.

La diferencia entre un desenlace trágico y una vida salvada depende, por consiguiente, de profesionales capacitados que apliquen estos conocimientos con precisión y determinación. En última instancia, el objetivo sigue siendo el mismo: proporcionar atención médica de calidad donde y cuando se necesite, convirtiendo cada intervención en una oportunidad real para salvar vidas.

FAQs

¿Cuáles son los componentes principales del ABC en la atención prehospitalaria? 

El ABC se refiere a Vía Aérea (Airway), Respiración (Breathing) y Circulación (Circulation). Estos son los pasos fundamentales para evaluar y estabilizar a un paciente en una emergencia, asegurando que pueda respirar y que su sangre circule adecuadamente.

¿Cómo se clasifican los pacientes en una situación de emergencia masiva?

En emergencias masivas se utiliza el sistema de triage, que clasifica a los pacientes por colores según la gravedad de su condición. Rojo indica prioridad absoluta, amarillo/naranja son casos urgentes, verde son lesiones leves, y negro/azul se usa para fallecidos o casos no urgentes.

¿Qué precauciones deben tomarse al manejar materiales peligrosos? 

Es crucial identificar correctamente la sustancia, usar el equipo de protección personal adecuado, establecer zonas de seguridad (caliente, tibia y fría), y seguir protocolos de descontaminación específicos. Siempre se debe aproximar a favor del viento y mantener una distancia segura.

¿Cuál es la importancia del registro y la comunicación en la atención prehospitalaria? 

El registro detallado y la comunicación efectiva son fundamentales para garantizar la continuidad de la atención. Esto incluye documentar tiempos operativos, antecedentes del paciente, y coordinar con el centro regulador y el hospital receptor para optimizar el tratamiento y analizar la calidad del servicio.

¿Qué errores comunes deben evitarse en el uso del equipo de protección personal (EPP)?

Los errores más frecuentes incluyen seleccionar el EPP inadecuado para la tarea, usarlo de manera inconsistente, no inspeccionarlo regularmente, recibir capacitación insuficiente sobre su uso correcto, y llevar joyas o accesorios incompatibles que puedan comprometer su efectividad.

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